Barcelona, 22 ene (EFE).- La filósofa francesa Corine Pelluchon, especialista en filosofía política y moral, recuerda el "profundo trauma" que le supuso el momento en que tomó conciencia del sufrimiento al que se somete a los animales en esta sociedad, una experiencia que le ha llevado a entender que "la causa animal es la causa de la humanidad".
En los últimos años, Pelluchon ha desarrollado un amplio trabajo sobre el tema que ha recogido en su último libro, "Manifiesto animalista. Politizar la causa animal", en el que pretende mostrar la "universalidad y la profundidad" del movimiento a favor de los derechos de los animales, según ha explicado en una entrevista con Efe.
Para Pelluchon, la politización del movimiento animalista implica "organizar la coexistencia entre humanos y no humanos, de tal forma que los intereses de estos queden incluidos en la definición de bien común".
Se trata, según la filósofa, de superar la "caricaturización" del movimiento animalista y evidenciar su carácter central y "estratégico" para la construcción de una sociedad menos violenta.
"Nuestra relación con los animales es un reflejo de la relación que tenemos con nosotros mismos", explica Pelluchon, que considera que la violencia sufrida por los no humanos está ligada a otras violencias, como el racismo o el machismo.
En este sentido, describe el animalismo como un "nuevo humanismo" e insiste en que "la causa animal es la causa de la humanidad".
Según la autora, tiene sentido "incluir en la esfera de la consideración moral" a los animales porque son seres "sintientes", es decir, cuentan con la "capacidad de sufrir, el deseo de vivir y desarrollarse, el miedo a la muerte, la expresión del placer y la voluntad de establecer vínculos", entre otras características.
Según el "Manifiesto Animalista", que Pelluchon presenta mañana en el Palau de la Virreina de Barcelona, vivimos en una "comunidad mixta" donde humanos y animales comparten el espacio.
Aunque, a menudo, los no humanos sean tratados como objetos a ojos de la ley, Pelluchon recuerda que "hagamos lo que hagamos, siempre nos relacionamos con ellos", y por eso considera cualquier acción política como "zoopolítica".
Si bien la autora no identifica a los no humanos como ciudadanos, dado que no se perciben a si mismos como "miembros de nuestra comunidad", si que los ve como "sujetos políticos".
"Tienen intereses y preferencias individuales y son capaces de comunicarlos", aunque necesiten ayuda para "descifrarlos y realizarlos", afirma. Se trata de lo que Pelluchon define como "agentividad dependiente" y que, según la autora, debe ser el "punto de partida" a la hora de establecer derechos para ellos.
No se trata de dar un "trato igualitario" a todos los seres sintientes, puntualiza, sino de otorgar "derechos diferenciados según su condición".
La autora aboga por un nuevo enfoque de esta lucha que vaya más allá de la argumentación estrictamente racional a la que apelaban los padres de la ética animal - Peter Singer o Tom Reagan, por ejemplo - e incluya la "piedad".
Se trata de un nuevo paradigma: "la ética de la vulnerabilidad", con fuertes resonancias de los postulados ecofeministas. Según Pelluchon, la "aceptación de nuestra finitud y nuestra corporalidad" hace evidente nuestro carácter "relacional" y facilita la "compasión".
La autora opone este pensamiento al modelo basado en la "guerra" y la "dominación" que a su juicio encarna Donald Trump.
Corine Pelluchon hace un claro alegato en favor del pragmatismo y propone "dos plazos de lucha política": el rápido, que trabaje por buscar grandes consensos a corto plazo -en temas como el fin de la cautividad, la prohibición de los espectáculos con animales o la prohibición de las pieles y el foie gras - y el lento, cuyo objetivo debe ser la eliminación total de la explotación animal.
En este sentido, ve necesario "un amplio movimiento cultural, filosófico y artístico".
La autora encuentra en la lucha contra la esclavitud liderada por Lincoln la estrategia perfecta para el movimiento animalista y defiende una "emancipación progresiva y compensada", que asegure el futuro profesional de los trabajadores del sector cárnico o de los circos y zoológicos. "No nos equivoquemos de enemigo", advierte.
Pelluchon, que luce unos zapatos veganos elaborados de forma local en Portugal con materia vegetal proveniente de piñas, concluye que el objetivo de la acción política animalista es "promover un mundo mejor, menos violento y más justo".
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